Or. de Veracruz, Ver; XVI Distrito Masónico. 22 de diciembre de 2023, el Diputado del XVI Distrito Masónico Giovanni Lozano Hernández en coordinación con la RLS. Fraternidad 1, realizaron la cena de solsticio de invierno, contando con la presencia de nuestro MRGM Porfirio Josafat Flores Cruz, Gran Primer Secretario José Juan Vidaña Palmer, Gran Segundo Secretario Rafael Melgarejo, Gran Primer Tesorero Ulises Torres Hamdal, así como HH de las logias jurisdiccionadas y visitantes de otros orientes. Los brindis estuvieron a cargo del Diputado de Distrito y el discurso oficial por nuestro MRGM en el que enfatizó que los masones se han caracterizado por su libertad de pensamiento y obra, lo que ha coadyuvado al logro de lo que hoy es nuestra Gran Logia Unida Mexicana. Dentro del marco de los festejos se hizo entrega por parte de las logias del XVI Distrito al MRGM Porfirio Josafat Flores Cruz, por su loable lucha en mantener la Fraternidad masonica en voga por medio del diálogo, trabajo, integración y respeto del pensamiento individual de los hermanos y colectivo de los talleres, de igual manera se hizo llegar un merecido reconocimiento a nuestro Diputado Gran Maestro y Pasado Gran Maestro José Gabriel Benítez Cabrera por su incansable labor en reconocer el lugar que la historia le ha otorgado a nuestra Gran Logia Unida Mexicana a través de su obra VERACRUZ CUNA DE LA MASONERÍA en sus ediciones tanto en lengua inglesa como en español.
En general nuestra cena del solsticio de invierno se convirtió en un mágico rito donde nuestro MRGM y los encargados de los brindis se reunieron en comunión fraternal. La mesa central adornada con símbolos ancestrales, resplandecía bajo la luz de las velas como antorchas espirituales. La tenida de masticación dio inicio con el sabroso ritual del compartir, celebrando la unión de mentes y corazones. Los platos, como piezas de un antiguo ajedrez culinario, desfilaron ante los comensales: desde la entrada que despertó los sentidos hasta el plato principal, un festín de raíces y tradiciones. El vino, como néctar de la fraternidad, fluía en copas que resonaban en brindis llenos de significado. La cena se convirtió en un canto colectivo, donde las risas y conversaciones tejieron el tapiz de la hermandad. Una noche por demás especial, el lugar se transformó en un santuario de amistad y reflexión, donde el espíritu fraternal brilló con luz propia.
El baile, en manos del grupo de música Afroantillana, se convirtió en una celebración vibrante que embrujó a las parejas con su ritmo y encanto. Los acordes de tambores y melódicas notas de instrumentos ancestrales se entrelazaron en un hechizo irresistible. Las parejas, poseídas por la magia de la música, danzaron en una sinfonía de movimientos que evocaban tradiciones y raíces profundas.
